viernes, mayo 14, 2010

Periodismo cultural en los tiempos de la globalifobia


“Lo que me desconcierta un poco es que quizá el maloso de Carlos Rentería piense que una revista contracultural no debería venderse en Sanborns –y al parecer también Fadanelli piensa así cuando dice: “Nuestra distribución [se refiere a Moho] es inútil, precaria, accidental, pero la prefiero a estar en un jodido Sanborns” – pero sí en las librerías del Estado, como las de la red de Libros y Arte de Educal. Según esto, una revista como la nuestra [Replicante], producida con nuestro dinero y con nuestro esfuerzo, no debería empañar, al exhibirse impúdicamente en los detestables Sanborns, la pureza virginal de la contracultura –cualquier cosa que eso sea en la era digital y de la globalización rampante. Pero, eso sí, los editores deberíamos de pedir (y hasta exigir a sombrerazos, como hacen algunos) becas y subsidios de CONACULTA (al cabo hay becas del Fonca hasta para los hoyos fonqui, H. Yépez dixit) y quizá atrevernos a negociar humildes intercambios con librerías, restaurantes, bares y pequeños negocios.”

“Estoy seguro de que el perverso Carlos juega conmigo. Todo mundo sabe que su revista [Generación], de la que nadie duda de su estirpe contracultural, ha subsistido caso toda la vida gracias al Estado y que además se jacta de no pagar las colaboraciones. Es que no es un negocio, dice el pícaro de Carlos, como queriendo precisar: un negocio pérfido y sucio”. ¿Y cómo le digo que Replicante sí lo es? O más bien, que lo quiere ser. Como lo son los negocios en los que Carlos compra alcohol, alimentos, ropa, zapatos, medicinas, libros, discos, electrodomésticos, regalos para él, para su familia. Y alcohol. Y como los negocios en los que compra el papel para su revista y los que la imprimen y encuadernan. Porque que yo sepa, nadie regala nada en este mundo (ni CONACULTA), y si nosotros podemos pagarle a los numerosos escritores, ilustradores, diseñadores que colaboran con Replicante lo vamos a hacer, así sea modestamente y aunque no lo quieran –y para eso estamos buscando la maldita publicidad. (No sé por qué los dioses, y los funcionarios, sonríen cada vez que se menciona la palabra “contracultura”. “

* Rogelio Villarreal. Periodismo cultural en los tiempos de la globalifobia. México: Ediciones sin nombre. 2006. 107 p.

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